3 de diciembre de 2024

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«Política Antropofágica» por Samuel Olguín Castro

3 minutos de lectura

Foto: Duplos.cl

En el máximo bullicio de nuestras vidas y ante tantos distractores, no logramos encontrar el momento y el lugar para la reflexión. Nos movemos como peces en un agua turbia intentando conseguir ese micro alimento que necesitamos, sin darnos cuenta que nadamos en una pecera de cristal atiborrada de moho verde. La política chilena es eso. Es una pecera sucia. 

Estamos acostumbrados a transitar por los grandes pasillos de nuestros partidos, nuestras cámaras, nuestras sedes gubernamentales… ¿y para qué? No me malinterpreten, no soy de los que creen que no es atractivo ese juego. Somos peces por naturaleza. 

Hace un par de días veía 1976, una película de Manuela Martelli. Donde, para no destripar la trama, una mujer acomodada recibe el pedido de ayuda del padre del pueblo donde ella vacaciona, para curar las heridas de un supuesto delincuente. Como todos sospecharán este delincuente no es más ni menos que un joven perseguido por la dictadura de Pinochet. 

La sensación que me quedaba luego de verla, era, por un lado, de desilusión y melancolía por el trágico final, pero por otro me surgió en la cabeza la idea de que nuestra política es antropofágica. Somos como aquel cuadro de Goya: Saturno devorando a sus hijos. Desde la dictadura, nos hemos acostumbrados a una política donde nos comemos los unos a los otros. Claro, con la dictadura era literal, muy nítidamente lo plasmaba Pablo Larraín en los fotogramas de la película El Conde. Pero lo cierto es que nos moldeamos a una política donde el enemigo está adentro. ¿Qué importa que sea mi compañero si con su caída lo gano todo?

A principios de la semana, aparecía en la prensa la lamentable noticia del diputado Venegas dando positivo en el test de drogas. Y rápidamente los peces en esta pecera sucia competían por un mordisco de este pez “herido”.  Pero lo sucedido con el diputado es anecdótico en una historia larga de disputas internas en la política chilena. 

Creo profundamente, de manera ingenua a veces, en una política revolucionaria. Y lo revolucionario, según me enseñó un amigo, tiene que ver con los objetivos y no con las formas. Me rebelo ante esta forma de hacer política. Nuestra política antropofágica no nos sirve para nada, salvo para calmar nuestros egos, y miren que yo también he comido humanos. 

Samuel Olguín Castro, presidente regional de la Juventud Socialista de Chile

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